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Manifiesto Gallego del Día Mundial del Teatro, por Isabel Risco

Ouh! Hagamos un arrebato colectivo, descontrolado, desacralizado, llenemos los pechos de  irreverencia, de rebelión, de carcajadas, de sensaciones, abramos las cancelas de la percepción, echemos su candado al mar bravo y generoso que nos azota transformando ese efecto en cariño, para que lo devore y lo deposite en sus profundidades ignotas y transforme su materia en más fuerza natural. Declarémonos insumisas de la amenaza de los urcos encadenados con corbatas de seda que escupe el mar embravecido y que presiden la falsedad e intentan reducirnos a cenizas, que acechan más allá de las  bambalinas como predadores, esperando que caigamos en la trampa de un falso miedo que intentan inocular con jeringas invisibles de agujas penetrantes y cariños que suministran con zarpas envueltas en guantes de lana mariñana, que no encuentran acomodo en las butacas al estar en un patio, ya que prefieren un salón  engrasado de opulencia, a quien el palco les parece un cubículo incómodo en el que se retuercen como bichas  venenosas y el gallinero poco menos que una letrina. Subyuguémonos a esta terapia liberadora y libertaria. Las tablas, para las que no importa la materia de la que están hechas, nos trasladan al espacio, al tiempo, a la dimensión que deseemos, que los mecanismos sensoriales, que el cuerpo en su fisiología orgánica y metafísica, precise.

Aurg!  Mujamos como hacen las 'cachenas' o las 'rubias' más pasmosas, que de bestias tornan rebeldes. Hagamos un aquelarre de bufonas, de Marías Balteiras, donde nos proclamemos reinas de la artesanía teatral y sobre la crisma un circo por corona. Que vengan por nosotros por cometer el delito de compartir la carcajada con el vecindario, con las compatriotas, con el público bueno y generoso, nos encontrarán a la orilla del mar, en él no prendemos, y si el fuego prende el teatro es la barca salvavidas que nunca naufraga, siempre aboya, y no precisa de estructuras complejas para transmitirlo, para compartirlo, para conservarlo. Mas quien le niegue a la gente este alimento imprescindible, intentando desangrarlo poco a poco, en una lenta purga, o transformarlo en un híbrido homogéneo e inocuo, todo esta arte- sanía, antes o después, se tornará en tractorada pilotada por la rebeldía, la rebelión y la desobediencia más creativa, la locura más incontrolada propia de los años 20, la  indocilidad más alegre, festiva, divertida y emocionante con el motor de la res-pública a todo  full  speed contra quien así lo pretenda.

Aullad con fuerza, somos las lobas que desmontamos lo establecido, de la reina Lupa a Pepa a Loba, que se alían con las ovejas para guiarlas por caminos que nunca se atrevieron a rozar. Le arrancamos a quien pretende amordazarnos el paño enjuto para devolvérselo empapado de libertad a quien le pertenece, al pueblo, al público, a nosotros.  LLenémoslo con el músculo colectivo de la resistencia, para mostrar lo que esconde detrás, la luz al final del túnel angosto, la perspectiva más amplia de la realidad, de la imaginación, de la creación colectiva, del entretenimiento, de la información, de la transmisión del conocimiento, aquí y ahora, allá y ayer, allá y mañana. Seguimos el ejemplo de las mujeres bravas que le chillaban al capital paternalista y agobiante. “¡Fuera, aquí bastamos nosotros!” Recogemos la semilla pétrea que nos dejaron tatuada con la poética de la libertad. Nosotros, las  inadaptadas, que navegamos en dornas con las ráfagas del noreste y fuerza 8 de atlantismo en la búsqueda de nuestro origen para ofrecerle al mundo nuestra identidad colectiva.

Somos las brujas, las Marías Soliñas que volvieron ignífugas, transformamos el fuego en una herramienta que rompe con los muros de la indecencia y la obscenidad y por tanto fuera de la escena, sistémica e institucionalizada. En este tablero se desarrolla el mejor juego colectivo nunca inventado, una lucha en la que las armas solo disparan sensaciones placenteras, sonrisas  iridiscentes, carcajadas estruendosas, carcajadas irisadas, bombas racimo de emociones, la munición son claveles, camelias, rosas, flores de tojo, retamas, robles, castaños, fauna y flora propia, para erguir un ejército como en el bosque de Birnam, un bosque pangalaico, el de la isla a la que llegó uno tal Amaro o el bosque encantado de Aldán, con vocación de ofrecerle al mundo nuestra propia aportación en la conquista de la libertad,  aullido que pronunciamos en nuestra creación común más grande y poderosa, porque el idioma es el primer instrumento del genio de un pueblo y que entre robles fértiles y erguidos se vuelve  alarido,  ¡EI  CARBALLEIRA! Este grito lleno de aire  purificador de las que aman la comedia, que aleja los virus todos, aumenta las defensas de nuestro organismo, es medicina natural porque solo el pueblo salva el pueblo; va para quien se empeña en la idea de concederles a quienes ejercen oficio tan honroso, de una orilla y de otra de las bambalinas, la titulación de proscritas y proscritos, sustancias psicotrópicas que alteran la percepción de su realidad porque en vez de eso hacen abrir los ojos y acechar las orejas.  ¡EI  TEATRERAS!

| Texto: Isabel Risco |

 

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