Berta Ojea: “Tenía que hacer lo posible para traer a María Casares a Galicia y a su lengua natal”
La trayectoria vital y artística de la actriz María Casares (A Coruña, 1922- Alloue, Francia, 1996) centra la charla que ofreció la actriz gallega Berta Ojea en Cangas dentro de la programación de las XXIV Jornadas Mujeres en Acción. "Era una intelectual enorme”, afirma Berta Ojea, que auspició la publicación en la editorial Kalandraka del libro ‘A única, María Casares’, de la autora francesa Anne Plantagenet, con traducción de Isabel Soto.
María Casares llegó a ser una de las actrices más admiradas de Francia, triunfando en el teatro y en el cine bajo la dirección de destacados directores como Marcel Carné, Robert Bresson o Jean Cocteau. Más allá de las relaciones que mantuvo con el actor Gérard Philipe y con el escritor y filósofo Albert Camus, fue una mujer libre, valiente y perseverante. Esta biografía, que vino la luz con motivo de su centenario, preserva la memoria de una de las grandes referencias del exilio. Se trata de un texto que cuenta la historia -dentro y fuera de los escenarios- de una actriz reconocida internacionalmente que nunca renunció a sus raíces gallegas.
Berta Ojea conoció a María Casares en París en el año 1989 y la amistad entre ambas se prolongó durante muchos años, compartiendo largas conversas.
- ¿Qué tiene esta biografía que no tengan otras?
Tiene a María Casares. En esta mirada de Anne Plantagenet encontré a la persona y a la artista que yo conocí. Esta biografía tiene algo que no tienen las demás. Tiene su aliento, su ritmo. Ese ritmo que mostraba su fuerza. La fuerza con la que tragaba la vida, el tiempo, la comida... Además, es una biografía que se lee como si fuera una novela. La primera vez que la leí, comencé y no pude parar hasta acabarla.
- ¿Por qué te involucraste en la traducción al gallego de este libro?
Coincidiendo con el centenario de su nacimiento, participé en la organización de un ciclo de conferencias con personas que conocieron personalmente a María Casares. Para mí era fundamental hacerle un homenaje en A Coruña, donde nació, y que estuviera la gente que sí la había conocido. Ya que María no pudo volver a Galicia, quise que de alguna manera viniera. Ella no lo hizo porque no tuvo ninguna oferta para volver. Siempre dijo que vendría únicamente a trabajar. Fue así como leimos este libro, porque quería traer a una biógrafa francesa. A Anne Plantagenet le reconozco mucha valentía porque ser parisina y escribir sobre María Casares no es sencillo. Allí todo el mundo la conoce. Es todo un ídolo.
- ¿Y cómo surgió la idea del libro?
El destino también ayudó un poco. Yo hablé con el director de la editorial Kalandraka para que leyera la biografía y se animara a traducirla al gallego. En un primer momento dijo que no, argumentando que no había tiempo, porque estábamos en verano y el libro tenía que estar listo en noviembre. Cuando lo leyó reconoció que era extraordinario, pero había otro problema. La traductora estaba de vacaciones. Aun así se lo mandaron y cuando lo leyó dijo que empezaba ya. Era como se todo fluyera a favor. Como si la propia María estuviera detrás para que saliera adelante. Además, el libro es también una pequeña venganza por mi parte. Tenía que traerla a Galicia y a su lengua natal. Traer a la gente que la conoció fue cómo hacerla volver. Sigo teniendo mucho empeño en que reconozcamos a María Casares como un gran talento gallego. Porque tiene una vida apasionante. Es un referente de vida y es nuestra.
- ¿Recuerdas cuándo fue la primera vez que escuchaste hablar de María Casares?
La verdad es que no me acuerdo, pero sí que en mi casa se hablaba de ella y yo sabía de su existencia. Sabía que estaba en París, que era hija de uno de los importantes de la República y que triunfó en Francia. Supe más de ella cuando fui a Barcelona. Allí tenían más admiración por ella y por la gente del teatro.
- ¿Y la primera vez que la viste actuar?
Estaba en París yo haciendo un curso de Música y fui a verla al teatro con una obra de Luigi Pirandello. Después, como buena groupie pedí para verla y saludarla en el camerino. Cuando me vio y le conté que también era de A Coruña, con un enorme acento gallego, me soltó “y qué haces tú aquí”. Me mandó sentar y me dijo que si quería volver a verla que buscara su nombre en la guía telefónica. Esa fue mi primera noche haciendo un “Hamlet”: llamar o no llamar (risas). Llamé y quedamos para tomar un café.
- ¿Y cuál fue la primera impresión que te causó conocerla?
Yo fui a verla como si fuera a Lourdes o a Fátima. Con la fe de una creyente que va a ver a su santa. La primera impresión fue muy fuerte. Fue algo incluso físico. Yo estaba sola, sentada en la butaca para ver la obra de teatro. Eché el cuerpo hacia delante y, cuando apareció, su presencia me echó para atrás. Era tal la fuerza que tenía encima de un escenario que provocaba este efecto. Transmitía tanta energía que cuando entraba a escena, ya traía con ella el personaje que interpretaba. Vivía dentro de ella mucho antes de entrar en escena.
- ¿Qué papel tuvo María Casares en tu decisión de ser actriz?
Un día estábamos hablando de muchas cosas y me hizo una pregunta. Si yo sabía tanto de teatro, del de España y del de fuera, si me gustaba tanto, no entendía por qué, sin embargo, estaba estudiando Música. “Deberías pensártelo mejor”, me dijo. Y a partir de ahí algo se abrió dentro de mí. Fue un camino sencillo, como si la vida me llevara. Coincidió que también tenía una amiga haciendo un curso de interpretación y me pidió que la acompañara. Cuando lo vi me dije a mí misma que yo quería hacer eso. Después me llamaron para hacer trabajos musicales con algo de teatro. Y ya apareció el cine, que no tenía ni idea de cómo se hacía.
- María Casares siempre quiso separar su profesión de la controvertida figura política de su padre, Santiago Casares Quiroga. ¿Crees que puede ser esa la razón por la que nunca quiso volver a Galicia?
Ella siempre quiso volver, pero a trabajar, no a recibir premios ni reconocimientos. Ella no estaba en la pelea de la figura de su padre. Sabía lo que de él se decía, pero no le hacía mucho caso. Ella creía que su padre no era un traidor. Para ella el verdadero exilio no fue a Francia, sino marchar de Galicia para Madrid cuando tenía unos 9 años. De su padre guardaba grandes recuerdos. Le encantaba contar cómo le leía los libros de Valle Inclán, de García Lorca. Más tarde, en la relación con Albert Camus, este empezó a ser el elemento que para ella había sido su padre.
- ¿Está la cultura gallega en deuda con ella?
Sí, totalmente. Está en deuda porque María vendría a trabajar aquí se la hubieran llamado. Después de morir, se crearon los premios de teatro que llevan su nombre, pero antes nadie pensó en traerla con un trabajo. Ella siempre decía que la única manera con la que podía venir era con el teatro, que era su patria.